Otro vuelo agitado

No soy vengativo, espero que este sol que ilumina las calles cariocas se mantenga para los turistas que recién llegan a la ciudad. Yo casi no pude disfrutarlo: hace diciséis días que estamos en el Estado de Rio de Janeiro y solamente nos deleitamos con uno completo de sol de cabo a rabo (ayer), y prácticamente la mitad de nuestra estadía fueron jornadas enteras de nubes grises y lluvia.

Desayunamos tempranito en el salón de convenciones, no podremos despedirnos de la terracita de Opium. Aunque la verdad es que no podemos quejarnos del Golden Tulip, es un hotel que habitualmente está fuera de nuestro presupuesto, demasiado lujoso para el poco uso que solemos hacer de las instalaciones donde nos hospedamos.

Revolvedores baratos, en casa ya tenemos como mil.
Revolvedores baratos, en casa ya tenemos como mil.

Dejamos listas las valijas y salimos a hacer un paseíto por el barrio, es domingo y aunque sea tenemos que hacer una vueltita a la Babilônia Feira Hype para cumplir. Tenemos más o menos una hora para ir a la playa y al mediodía debemos entregar la habitación.

Hacemos el check-out, dejamos el equipaje a resguardo y enfilamos rumbo al shopping Leblon, es una buena opción para no desperdiciar las últimas horas del viaje. Aunque venir a Rio nos garantiza otra sensación: habitualmente las recorridas del final de unas vacaciones tienen ese sabor de estar dejando una parte de mí en un lugar al que no voy a regresar jamás, pese a que uno nunca sabe. En este caso es al revés, es disfrutar sin planes y sin apuro de una ciudad a la que siento propia y a la que estoy seguro que más temprano que tarde voy a regresar, pese a que uno nunca sabe.

Tarde de lectura.
Tarde de lectura.

Hace mucho calor, la tele dijo que ayer fue el día más sofocante del mes y que Banda de Ipanema reunió a 50 mil foliones que disfrutaron en paz y con alegría del desfile de pre-carnaval. El O Globo dice que Sucker & Fucker son tan habituales de la reunión más convocante del barrio como Felipe Lima, de 29 años, siempre disfrazado de Wally, «aquele que se esconde na multidão«. Es extraño que en el diario hablen de gente a la que ayer cruzamos en una muchedumbre semejante. La foto de tapa está sacada a tres metros de donde estábamos nosotros, no aparecimos por un pelito.

Vamos por Prudente de Morais, una calle habitualmente tranquila en un domingo pero hoy Ipanema descansa de la folia de anoche, incluso Visconde de Pirajá es un desierto, parece una ciudad fantasma. «Não fui eu«, me llevo más fotos del grafiti para mi galería. La tupida vegetación de las calles internas del barrio son un descanso para el alma, se respira paz. En Shopping Leblon hay un poco más de movimiento aunque la mayoría de los locales todavía no abrió. De todas maneras no quería comprar nada, subimos casi sin distraernos al patio de comidas, yo quiero un juguito de Bibi de maracujá y morango para saborear con toda la tranquilidad del universo.

El desierto de Ipanema.
El desierto de Ipanema.

La tienda de Adidas está abierta y Claudia entra otra vez, nuevamente a probarse esa campera tan colorida que le queda bárbara (y hace juego con la remera que compró el otro día), no quiere llevársela pero al fin de cuentas no es tanta plata y tiene un metejón incurable. Le doy el último empujoncito que necesita para pasar por caja y salir con una sonrisa inconmensurable. Yo necesito mucho menos, con un helado de Baccio di Latte estoy feliz. De paso miro el local de fotografía, tienen el handler de la GoPro pero cuesta casi doscientos reales, estoy seguro de que lo puedo conseguir muchísimo más barato en algún otro lado, quizás en el Duty Free.

La idea era regresar caminando pero hace un calor asesino. Tomamos el primer taxi que pasa y vamos derecho al hotel, a esperar en el barcito de la terraza. ¿Qué se puede hacer? Sacar más fotos, nunca son suficientes, más aún en un día tan estupendo. Claudia no se decide entre un chapuzón en la piscina y una siestita en los sillones, finalmente se pone a leer y cabecea un rato sin demasiada convicción. Nuestro password del wi-fi expiró apenas dejamos la habitación pero en conserjería me ofrecen una clave para invitados, por lo menos va a poder entretenerse un rato en Facebook.

Arpoador, a full.
Arpoador, a full.

Desde la ventana se ven las Cagarras y, acá abajo, en el semáforo de la Vieira Souto, un malabarista se gana unos reales y entretiene a dos nenas que intentan imitar sus movimientos. El muchacho (posiblemente algún turista que decidió jugársela y quedarse a vivir el día a día en Rio) termina el show, saluda a la meninas y se pierde caminando entre las palmeras del cantero central. Si yo fuese carioca por adopción seguramente ya habría alquilado una de las bicicletas laranjinhas y estaría recorriendo la orla de Leblon hasta Leme. ¿Cómo será vivir en Rio? ¿Qué diferencia hay entre caminar la Vieira Souto rumbo al hotel de Ipanema o en dirección a una habitación compartida en Catete, en Tijuca? ¿Qué sensaciones despierta este domingo de sol en un tipo que todas las mañanas se despierta en Rio de Janeiro y se acuesta en Rio de janeiro, y no se pasa los días contando los días que faltan para irse de Rio de Janeiro? Respiro profundo en la ventana, lleno los pulmones con aire carioca húmedo y dulzón, me llevo en la nariz la sal que flota en el ambiente. Si pudiera embotellar este aire no me haría millonario pero podría vivir un poquito más cerca de mi ciudad favorita.

Me entero de que hoy estaba el «Toplessazo» en el Posto 9, pero no tengo demasiado interés en ir en su búsqueda. Suelen ser cuatro o cinco mujeres de tetas operadas que posan para 35 fotógrafos, un evento algo decadente y bastante incómodo. Claudia se queda subiendo fotos a Facebook, yo voy sozinho al Zona Sul 24 a comprar agua mineral y Bauducos para el viaje, y a terminar de completar mi lista de precios para el blog.

¿Cansados? Sí, un poquito.
¿Cansados? Sí, un poquito.

Claudia no se puede sacar el metejón con Garota de Ipanema, es nuestra última oportunidad. Hay varias mesas libres, que sean las seis de la tarde ayuda, esta noche vamos a estar en el aeropuerto y Garota va a estar superlotada otra vez. «A receita original«, dice un cartelito que publicita los portugueses pastéis de nata, pero no nos van a estafar, ya sabemos que los únicos originales son los que se fabrican en Belém y la receta es más secreta que la identidad de Spider-Man. Choppinhos y bostezos, ya estamos en el último escalón del estribo.

Choppe divertido en garota.
Choppe divertido en garota.

Algunos en la calle prolongan la joda de Banda de Ipanema, hay quienes todavía visten su fantasia, tal vez durmieron disfrazados o quizás todavía ni se acostaron. Es nuestra despedida carioca, pero lo llevo con mucha naturalidad, ya sabemos que es solamente «hasta la próxima».

Usamos los baños del lobby para el aseo final. Esta vez no voy a viajar de pantalones largos como siempre, es un vuelo corto y allá hace tanto calor como acá, aunque a veces Gol pone el aire a -50º… Son las ocho menos cuarto, aparece en el lobby un tipo que lee y relee sus papeles, no encuentra el nombre de sus pasajeros. Sí, somos nosotros, gracias por todo Golden Tulip, ha sido un placer.

Rio nos despide.
Rio nos despide.

Vamos rápido, los domingos no hay problemas de tránsito. Cae el sol y el horizonte se tiñe de rosa y celeste detrás de la playa de Ipanema. Pasamos a toda velocidad junto a la lagoa mientras detrás de las palmeras se insinúan las formas oscurecidas de la Pedra da Gávea. Es lo mismo que nos hace siempre Rio, nos despide de una forma única, nos deja con ganas de más.

Antes de las 21:00 estamos haciendo el check-in en el mostrador de la Gol, Claudia casi no puede mantener los ojos abiertos, su viaje va a ser un solo ronquido de tres horas y cuarto.

Con el último aliento.
Con el último aliento.

En el Galeão ya están Nadia y Hugo. En realidad, llevan larguísimas horas dando vueltas por aquí, fueron previsores en extremo. Charlamos de Rio, por supuesto, Nadia lo llevó a recorrer cada rinconcito de la ciudad y a Hugo le gustó más de lo que hubiese apostado. Cuando nos damos cuenta ya casi estamos subiendo al avión. Despegamos puntuales, a las 0:10 dejamos de tocar suelo carioca. En Rosario tuvieron esta tarde un temporal fuertísimo, probablemente estemos encima de Entre Ríos y ya casi empezamos el descenso cuando nos topamos de frente con la tormenta que viaja endiablada hacia el norte.

Es un temporal bravo, bravísimo, me preocuparía más si ya estuviésemos a punto de aterrizar pero confío en que vamos a llegar más tranquilos a Fisherton. Aunque todavía hay que cruzarla, y ahora se mueve y se sacude como aquella vez, como el día que tuvimos que regresar a Porto Alegre porque no había forma de aterrizar entre los rayos y el viento. Bueno, esta no tiene nada que envidiarle. ¡Terrible tormenta! No quiero ni imaginar lo que está sintiendo en este momento Hugo, tan poco afecto a emular a las aves en este pajarraco metálico por el cielo. Filmo un poco pero el resultado es decepcionante, es como hacer un video del tren fantasma, se ve poco y nada más allá de las tenues luces del techo bailoteando. Me asomo a la ventanilla y, un segundo antes de acomodar la cámara para empezar a filmar, un rayo ilumina el ala y la turbina. Hubiese sido una toma memorable.

«Creiste que no salías vivo de la tormenta, ¿eh?», me divierto con Hugo, todavía aferrado a su asiento como una zarigüeya a su madre. «En mi puta vida me vuelvo a subir a un avión», responde, sin un atisbo de broma.

«Aeropuerto musculosa», apodaron al Fisherton-Islas Malvinas en el blog de aviación Sir Chandler. Es porque no tiene mangas (risas), pero sí en cambio tienen decenas de empleados que ofrecen paraguas para que el paseo por la pista bajo la lluvia sea un poco más llevadero. Son las 0:40 en Argentina pero todavía nos falta un montón, llega una tanda de valijas empapadas y las nuestras, obviamente, brillan por su ausencia. Nadia y Hugo nos quieren esperar por cortesía pero no tiene sentido, en unos pocos metros cada pareja tomará su respectivo remís. O es lo que hubiese esperado de un aeropuerto decente: llegamos a la calle y no hay un solo auto esperando, somos sesenta pasajeros y ningún remís, taxi ni nada. Efectivamente, es Argentina, bienvenidos al mundo real.

24-finalGente que nos cruzamos: un rubio que conservaba sus alitas de ángel y un tocado de novia, remanente de la folia de ayer de Banda de Ipanema

Cosas que escuchamos: «¿Cuál es mejor, el shopping Rio Sul, el de Leblon o los de Barra?», le preguntó una argentina a otro argentino, un gordito que se reveló como una eminencia de los centros comerciales cariocas

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